Educar
es lo mismo,
que poner un motor a una barca...
Presentación acto de homenaje a los docentes
En primer lugar
quiero expresar mi agradecimiento a Rosario y a todo el grupo de Recuperación
del Patrimonio por su invitación a participar en este acto. Me han pedido que
lea el texto que ha escrito Máximo González Granado, maestro de Educación
Infantil, sobre qué es ser maestro. Yo voy a intentar establecer un diálogo con
este texto, de manera que iré de él a las reflexiones y emociones que me han
despertado su lectura y que espero poder compartir con él en algún momento,
igual que ahora las compartiré con ustedes.
Máximo comienza su
texto diciendo:
Nuestra amiga y compañera Rosario me pidió que escribiera
unas palabras para introducir este acto
de reconocimiento a la Figura del maestro. Acepté de inmediato porque creo que
por desgracia nuestra noble y hermosa profesión no ha sido suficientemente
valorada ni reconocida por la mayor parte de la sociedad, una sociedad que
concede más importancia y mérito a lo que hace un futbolista que a lo que hace
un maestro.
Como decía, acepté de inmediato, pero enseguida me di
cuenta de la enorme dificultad que entraña tratar de responder a la pregunta
“qué es y qué supone ser maestro” en unas cuantas líneas.
Dándole vueltas al asunto y tratando de encontrar un hilo
conductor, me acordé de una noche en la que venía yo escuchando en mi coche una
entrevista que le hacían en la radio al insigne y sabio profesor Emilio Lledó,
nacido en El Barrio de Triana en Sevilla y premio Princesa de Asturias en
Humanidades. Decía Lledó que es su niñez durante la guerra civil fue un niño
feliz porque tuvo un maestro, Don Francisco, que le enseñó a pensar y le
descubrió el inmenso tesoro que es la lectura. Desde entonces, e incluso ahora
que es reconocido internacionalmente como un intelectual de altísimo prestigio,
su sueño siempre ha sido ser maestro de niños,
pues no cree que exista otra profesión tan extraordinaria, tan compleja
y a la vez gratificante. Para ilustrar esa pasión suya por el Magisterio,
relataba que Francisco leía a sus alumnos
pasajes del Quijote mientras las bombas caían cerca del pueblo de Madrid en el
que estaba su escuela, de esa manera ahuyentaba el miedo que sentían,
lesentretenía y a la vez les enseñaba.
Al leer esto, me pregunté qué
pasajes del Quijote leería Don Francisco a sus alumnos y me acordé
inmediatamente del discurso de la hermosa pastora Marcela, que aparece en el capítulo 14 de la primera parte
del Quijote.
Marcela es una pastora joven y
guapa, huérfana, que vive sola, alejada en la sierra, entre ríos y árboles. Los
pastores la pretenden y entre ellos, más insistente que ninguno, está
Grisóstomo. Al morir este, que muere de amor por ella, por un amor no
correspondido, todos la culpan de su muerte. Pero
ella se defiende, reclama el derecho a no aceptar las pretensiones del pastor y
reivindica su deseo de vivir sola. Se presenta ante todos los que
se han congregado alrededor del cuerpo sin vida de Grisóstomo y declara con
dignidad:
“Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí
la soledad de los campos: los árboles destas montañas son mi compañía; las
claras aguas destos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas
comunico mis pensamientos”. Y finaliza su discurso ante todo el pueblo
diciendo:
“El
que me llama fiera y basilisco déjeme como cosa perjudicial y mala; el que me
llama ingrata no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no
me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta
desconocida ni los buscará, servirá, conocerá ni seguirá en ninguna manera”.
Y
dicho esto, se dirigió nuevamente hacia el monte. Todos quedaron en silencio. ¿Sabéis
quién la defendió? don Quijote, diciendo: “Ninguna persona, de cualquier estado
y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela, so pena de caer
en la furiosa indignación mía”. Hermoso texto para enseñar a respetar la
libertad. Esto, para mí, es ser maestro: enseñar y defender valores universales
aún en condiciones muy adversas.
Supongo
que Don Francisco también leería a sus alumnos otros pasajes muchos más
divertidos, como aquél en el que Don Quijote se coloca la palangana en la
cabeza o lucha contra los molinos, confundiéndolos con gigantes. El humor! Que
elemento más importante en la educación, para facilitar el aprendizaje (todo es
más fácil si es divertido) y para mejorar las relaciones personales entre el
docente y los estudiantes, creando un clima de confianza, disminuyendo el
estrés y favoreciendo la comunicación.
Lo
único que no le perdonaría a Don Francisco, es que intentase que sus
estudiantes se olvidasen de la guerra, la ignorasen. La ignorancia no es cosa de maestros. No hay
que ignorar, hay que analizar, comprender, valorar y, en función de todo ello,
tomar las decisiones más adecuadas. Es la única manera de no caer y recaer en
los mismos errores.
Sigo ahora con las
palabras de Máximo:
Con el tiempo Emilio Lledó se convirtió en profesor
universitario, en una auténtica eminencia en el campo de la Filosofía y el
Pensamiento, pero en cuanto tiene ocasión proclama que él es maestro,
sencillamente un maestro, una de las cosas más admirables que se puede ser en
esta vida.
Como le ocurrió a Emilio Lledó, todos o casi todos hemos
tenido algún maestro al que nunca olvidaremos, alguien que en su momento se
convirtió para nosotros en un faro, una
luz, una guía que nos permitió elegir y seguir nuestro camino, que nos
ayudó a convertirnos en personas, en auténticos y buenos seres humanos. Ninguna
otra profesión en el mundo permite ejercer una labor tan hermosa y decisiva.
Porque ser maestro, en mi opinión, es sobre todo ofrecer
tu mano a esos niños que empiezan a caminar por la vida, tomar su mano en la
tuya y caminar junto a ellos, tener los ojos y todos los sentidos muy abiertos
para saber lo que sienten, para tener conciencia de sus penas y alegrías y
acompañarles en ellas, para levantarles cuando se caigan, pues sin duda se
caerán muchas veces, y, sobre todo para,
llegado el momento, soltar esa mano que hemos tomado en la nuestra durante
mucho tiempo y dejarles caminar solos.
Estas hermosas
palabras de Máximo, con las que estoy completamente de acuerdo, me hicieron
pensar en aquello que, en contraposición, pienso que no es ser maestro:
-
Ser maestro no es
dedicarse a demostrar constantemente ante los estudiantes lo que tú sabes, sino
trabajar en clase para conseguir que los que sepan cada día más sean ellos, que
se den cuenta de lo que aprenden y se sientan orgullosos de sí mismos y lo que
son capaces.
-
Ser maestro no es
ser el protagonista de una obra de teatro, es diseñar la trama y el escenario y
potenciar que los protagonistas de la obra sean los alumnos y alumnas.
-
Ser maestro no es
mostrar a los alumnos el saber establecido y esperar que lo repitan, es
facilitar que accedan a información nueva, pero también que piensen sobre ella,
que la critiquen y que incluso la mejoren; también que sepan hacer cosas, que
desarrollen habilidades y destrezas y que forjen determinados principios y
valores…, saberes de distinto tipo y naturaleza que son necesarios para ese
caminar solos. Como manifestó Jean Piaget: “El
principal logro de la educación en los colegios debe ser crear hombres y
mujeres capaces de crear cosas nuevas. No simplemente repetir lo que las
generaciones anteriores han hecho”.
Continúa Máximo
diciendo: Y esa es
nuestra principal recompensa, nuestro más grande orgullo, haber
conseguido que esos niños a los que
hemos ayudado a caminar, caminen al fin por sí mismos, con dificultad, con
valor y, sobre todo, con nobleza y bondad.
Efectivamente,
Máximo, habrá dificultades: el mundo no es de color de rosa, sino que vivimos
en un mundo problemático, donde hay desigualdades, discriminaciones e
injusticias. El mundo no es así por casualidad, es así porque lo hacemos así
con nuestras decisiones de cada día. Pero lo podemos cambiar, podemos hacerlo
mejor. Si en la escuela pertrechamos a los alumnos y alumnas de buenos
conocimientos, capacidades y valores, estaremos ayudando no solo a mejorar sus
vidas, sino a mejorar el mundo. De hecho, yo, y muchos maestros y maestras como
yo, entendemos que la educación es una poderosa arma para cambiar el mundo, un
arma de construcción masiva, tal como la definió Marjane Satrapi.
Finaliza Mario con
estas palabras: Y eso es lo que han hecho
ustedes que hoy están aquí en este acto de reconocimiento, ayudar a caminar a
sus alumnos, ayudarles a todos ellos a
ser mejores personas. Por ello, infinitas gracias.
Uniéndome a él, yo
también les digo: si son maestros o maestras, gracias por su trabajo, mucho
ánimo para continuar con esta importante labor con ilusión y entusiasmo –a
pesar de las dificultades prácticas con las que nos encontramos a diario-; sin
son padres y madres, colaboren con los maestros y maestras, formen equipo con
ellos y alégrense mucho si alguno de sus hijos o hijas les dice que quiere ser
maestro (alégrense tanto como si les dijesen que quiere ser Ronaldo).
Para terminar, no
utilizaré las palabras de Máximo ni las mías, sino que se la daré a Gabriel
Celaya y a su hermoso poema sobre la educación:
Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca...
Hay que medir, pensar, equilibrar...
y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino...
un poco de pirata...
un poco de poeta...
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.
que poner un motor a una barca...
Hay que medir, pensar, equilibrar...
y poner todo en marcha.
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino...
un poco de pirata...
un poco de poeta...
y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar,
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.
Soñar que, cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada.
Máximo González Granado (maestro de Educación Infantil)
y Ana Rivero García (Catedrática Universidad de Sevilla, formadora de maestros y vecina de Guadalcanal)
y Ana Rivero García (Catedrática Universidad de Sevilla, formadora de maestros y vecina de Guadalcanal)
GRUPO DE RECUPERACIÓN POR EL PATRIMONIO DE GUADALCANAL
Gracias Ana por establecer tan magnífico diálogo con el texto que en su día escribí, y que cobra de esta manera valores y significados que yo no habría visto.
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