Siembra en polvo y
recogerás con colmo
Como no hacer un
recordatorio de todos esos hombres que se dejaban los mejores años de su vida
tras un arado en nuestras sierras, ya que nuestro pueblo está rodeado por
sierras y eras.
Con sus yuntas de mulos
o de burros, al igual que otros que solo araban con un solo animal, ya que no
tenían para poder tener esa yunta tan deseada por ellos mismo, pero con todo y
eso se daban mañas para poder roturar esa tierra que con tanto esfuerzo rompían
para que así poder dejar caer de sus manos la semilla que en sus días nacerían,
para que dé sus frutos (como el trigo ) y podamos hacer
nuestro pan, de ese modo poder
alimentarse esos gañanes, bien cedimos gañanes, palabra que deberíamos utilizar,
ya que no se corresponde con sus sabiduría, para el sustento nuestro y de sus
fieles compañeros. De todas maneras es la palabra que se utiliza ”gañanes“,
ya que ese es el modo de
poderlos nombrar, nombre que desde la antigüedad (el que
fuese le puso sin saberlo pronunciar), hombres rudos, curtidos por el paso
de los años, con sus manos todos llenas de callos, de sujetar los cabestros, de
sus yuntas…, el modo de definir un día de su trabajo se domina como “huebra”,
análogo a cuando están en su tarea roturando la tierra se le llama: “besana”,
lenguaje rico en su dicción y pronunciación, por medio de que esos hombres
antes mencionado, con el paso de los años dejaron sus yuntas ya que llegó el
progreso, el que cambiaría todo, sin duda, esos adelantos que nos ha
incorporado el progreso pensamos que algún día nos pasara factura, ya que las
nuevas técnicas de cultivo y preparación de la tierra, junto con toda esa química tan nociva para nuestra
salud, “pero es el progreso…”
Antes de ocurrir la desaparición de nuestros gañanes,
las tareas agrarias proseguían un largo proceso, cuando ya estaba su sementera
nacida, la tenían que seguir cuidando eliminando malas hierbas, para que no se
las comiese, de ese modo, seguían guiando su crecimiento hasta la madurez, finalmente,
esas espigas echaban en su interior el fruto que le tenían que extraer en ese
lugar llamado “eras”.
Pero no por ello
bajaban la guardia, como solemos decir, y como decían ellos mismos, siempre
estaban a la espera de lo que el tiempo quería hacer con ellos, si llovía mucho
la simiente no nacía, la tierra se ponía pesada y no “agujaba la semilla”, para que pudiese romper la corteza del suelo,
si el tiempo era seco, pasaba lo mismo, no podía echar “fuera su guía”, en cualquier circunstancia era malo y sigue siendo
malo, pero ellos para consolarse decían: “con el tiempo no hay quien pueda”.
Ellos como grandes
conocedores de su terreno tenían su propio refrán, a pesar que la sequía era
mala para su sementera y se decía de esta manera “siembra en polvo y recogerás con
colmo”, esto quiere decir es que el que siembra temprano aprovecha las primeras aguas del otoño,
de ese modo, sus semillas llevan ventajas con las demás. Pero al igual tenían
otro refrán más y era de esta manera “a las eras tardías las cogía el agua”, este
refrán sirve para las dos faenas, las de
trillar y la siembra.
Estos hombres,
sabios de su mundo siempre decían otro
refrán más cuando miraban al cielo, hablaban entre ellos y como de costumbre
echaban una “breva”, ¿y que es una breva?, aquellos cigarros de librito de
papel amarillento, tabaco criado por ellos mismos, lo liaban más gordo de lo
normal y se lo ponían en la boca, sujetado en los labios, pero con la gracia
que no lo apretaban, tampoco se les caía y el nombre era breva, mientras ella se
consumía, comentaban fulano como ya sabemos “el agua para San Miguel ni antes
ni después`, el compañero le respondía “que cierto es”, en el otoño
el manda es el tiempo, así terminaban ambos interlocutores la conversación y
cada cual a su faena.
Así transcurría el
tiempo y se aproximaba la siega, para
recoger el fruto que sembraron en el otoño, sus cereales comenzaban a cambiar
de color en el mes de Abril, el verdor que desde su crianza tenía comenzaba a
ponerse de color amarillo.
En nuestro pueblo el
lugar más temprano para tal menester lo tenemos en la Dehesa Boyal, llegando la
Cruz de Mayo comenzaban nuestros gañanes a desempolvar sus hoces, el mandil, la tetilla y el sobrero de paja,
ese lugar es caluroso ya que es más temprano, pero cuando hace calor es igual que los demás
Cierto es, faltaba lo
principal, que es a lo que dedicamos este artículo, titulado “las
eras”, donde dejaban sus haces de trigo, cebada, habas o lo que
tuviesen que trillar. Lugares desconocidos en los años que corren ya que no se
le da utilidad alguna, no era igual cuando comentamos este largo proceso de
cultivo, que eran tan necesarios para tal proceso, en nuestra zona, las eras
las tenemos de diferentes formas y maneras, redondas, ya que se tenían que girar en círculo para poder poner la
palva y de ese modo los animales con sus patas las pueden destripar mejor, de
diferentes tamaños y las más habituales, en nuestro término solo tenemos una
era que tengamos vista que es cuadrada: pero tenemos otra peculiaridad más en
nuestro pueblo, al tener tantos minifundios poseemos muchas de esas obras de
artesanía y bien decimos “artesanía pura y dura”, ya que la
piedra la ponían seca en el suelo sin nada de mezcla y por mucho que pisasen
las caballerizas no se movían, las piedras las ponían en forma de un sol
radiado, un punto central con un pequeño círculo y de ahí salen los demás
cajones para poder pinchar la piedra,
gran suerte la que tenemos en nuestro pueblo con estas antiguas obras,
como son nuestras eras, que aún en estos días se resisten a que el tiempo
intente borrarlas, ya que gracias a su buena construcción las podemos disfrutar
todavía.
¿Qué zona del pueblo podemos
transitar que no tengamos esas eras?, si por donde quiera que salgamos a
nuestros campos las podemos ver, cada vez que las miro me traen a mi niñez, ¡qué
tiempos!, cuando esos gañanes se dejaban lo mejor de sus
vidas juntos a sus yuntas pisando esos granos.
También estaban las
eras de tosca y diréis ¿qué es eso?, sencillo, ya que conocemos todo
lo relacionado con este mundo y lo que significa es que. “el suelo es de tosca piedra natural del terreno o mejor dicho de
piedra natural del campo”, vamos que
no está empedrada por el hombre y que existían como eras, así ocurría en la
Erilla.
Todos los años
trillaban en ese lugar, estas eran “eras públicas”, él que quería ir a
ese lugar lo podía hacer sin pagar canon o dote alguna al Ayuntamiento, es
decir, lugares libres, si por su puesto ya que dicho sitio es el lejío
del pueblo, lugar para aprovechamientos
de los vecinos del lugar, o eras,
ya han pasado tantos años de esta norma
de aprovechamiento, no sé si habrán cambiado la normativa de nuestro pueblo, en
los años a los que analizamos todo el mundo podía ir y aprovechar dicho lugar,
por ello los trilladores lo hacían, también podía ir cualquier pastor que
tuviese “una puntita de cabra o de ovejas
para que pastasen”, pero prioritariamente era el lugar destinado a los que
querían trillar sus cereales, llegaban con sus haces y comenzaban haciendo un
circulo sin desatarlos, pues tenían la misión de hacer como una pared para
acotar su parcela y cuando llegaban los siguientes les quitaban el vencejo y los esparramaban para que
cuando entrasen las caballerizas los pudiesen moler mejor con sus cascos,
mientras que giraban en círculo, el trillador los seguía las caballerías con la
vista para que no se saliesen de la palva.
No era un lugar
exclusivo de esas faenas también se utilizaba como escombreras y lugar donde tiraban los bichos muertos. De
ahí otro refrán antiguo que decía “no
saliéndose de la era todo es trillar”, que buen refrán, cada dicho de esta clase
va en consonancia con sus trabajos, ya eso no ocurre, se han perdido, igual que
este oficio. En otros lugares no muy
lejos de nuestro pueblo al menos siguen con sus siembras y si no trillen en las
eras por lo menos siegan las cosechadoras, maquinaria que han sido las culpables de desterrar a esta tradición
tan ancestral, algunos llaman progreso, otros simplemente, destrucción de mano
de obra.
Continuamos con este
desaparecido oficio, con sus patas los animales fuera del circulo los
otros compañeros del que estaba al
cuidado de la trilla se encargaban de recogerlo y meterlo de nuevo en la era con
la horquilla, el utensilio que tenían para tal menester, y otros como el horcón, la horquilla grande, los
trillos, un carro tirado por los animales, eran de dos formas, unos
tenían las cuchillas en forma de ruedas para que pudiesen girar y triturar la
paja, el otro era de la forma de una tabla ancha, en la que se subía el trillador, no se utilizaban las
cuchillas, lo que tenían era unas piedras finas que las sacaban de la madre
piedra llamadas jabaluna, por su dureza, las cuales estaban pinchadas sobre la
misma tabla que eran las encargadas de triturar el pasto y apartar el grano de
la paja, de ese modo, terminar de triturar lo que estaba molido por las yuntas
y guiar a los animales para que no se saliesen de su sitio, la paleta para
cuando el grano estaba limpio y poder separar la paja del grano mediante el
aire, cuando se levantaba la marea como
decían ellos, comenzaban a darle dicho aire, con las horquillas primero y
luego con la paleta, para que quedase más limpio, la paja se la llevaba el
viento y el grano caía por su propio peso en el montón de nuevo.
De ahí el famoso dicho
cuando estaban hablando y querían terminar: “al
grano que la paja se la lleva el viento”. Ya limpia la paja la cargaban en las
barcinas ( unas redes para
trasportarla al pueblo en los carros ), unas veces tirado por mulos y otras
tirado por bueyes, dependiendo del lugar donde se encontrasen las eras, cuando
llegaban la soltaban en el suelo para meterla posteriormente en sabanas y de
ese modo poderlas depositar en los graneros o pajares, que a su vez tenían
hecha como unas chimeneas que su nombre es: aventaero, el lugar por
donde caía la paja de nuevo en el pesebre y de ahí la comida para los mulos,
bueyes o burros, cualquier animal que estuviese en la cuadra.
Estando el montón de
grano junto comenzaban a llenar los costales, hechos de lona y estrechos, pero
a la vez pesados, para poderlos mover. También
tenían la cuartilla para poder llenar los costales y servía a su vez para las
medidas, como la cuartilla, la media cuartilla, el almud el medio almud y el
celemín, todo esto son medidas de las eras. Cuando el montón menguaba y
llegaban al suelo cogían el ceaso, artilugio en forma de una
ceranda circular, cogían los granzones, que son las escorias de lo trillado y
lo cribaban, de ese modo aprovechaban todo lo de ese lugar.
En la Erilla ponían varias al lado de los
eucaliptos, por ese motivo y porque el suelo era de tosca y lo podían barrer
bien, los niños subíamos a ver los que
haceres, algunos de nuestros
protagonistas pasaban las horas cantando mientras los animales giraban,
trabajos con sudor y calor ya que comenzaban al principio del verano, algunos
de ellos se ponían el pañuelo entre el pelo y el sombrero de ese modo se
protegían la nunca de los calores del día y el barril del agua fresca lo tenían
en el chozo que ellos mismos hacían cuando limpiaban dicho lugar, antes de
comenzar esta tarea, construidos con cuatro palos y un poco de pasto por
encima.
Pero tenían un enemigo
muy peculiar, aunque parezcan inofensivo para las eras los grandes
depredadores a pesar de su pequeño tamaño, estos eran las hormigas, ya que
trasporta grano muy superior a la cantidad de peso de su tamaño, de hay otro dicho que comienza
de esta manera: (granito a granito se
junta un granero) se referían a esos seres diminutos como son las hormigas,
este trabajo no era infructuoso, sino que ellas con su esfuerzo juntaban la comida
del año. Hay otro dicho sobre esto, que
vamos y a describir de esta manera: “cuando
ya llegaban las primeras aguas de nuevo un amigo de ellas les aporreaba la
puerta diciéndole porque no me dais de comer, a lo que ellas les respondían
diciéndole mientras entretenías con tus cantos y tus trinos al pasajero,
hubieses guardado grano en tu granero”, se refiere a las chicharras.
Tiempos pasados,
trabajos extinguidos, añoranzas…
¡Qué años aquellos
cuando todos esos lugares estaban sembrados y a la espera de que fuesen segados!
¡Lugares que ya están
comidos de monte y malas hierbas, los lugares que de su tierra nos alimentaban,
cuando esos hombres los cereales limpiaban!
¡Nuestras eras las que
se encargaban con sus piedras desgarrar los vagos de sus espigas cuando las segaban!
¡En la que en sus
suelos juntaban los cereales que le llegaban!
¡Nuestras eras a las
que nuestros abuelos limpiaban y con su sudor regaban!
¡Nuestras eras las que
con el tiempo nos esperaban!
¡Nuestras eras las de
toscas y piedras, unas redondas y otras cuadradas!
¡Nuestras eras las que
en sus tiempos trillaban y sus cereales juntaban y limpiaban!
¡Nuestras eras las que
eran y ya no son porque el tiempo las borró...!
Artículo realizado y documentado como homenaje a
nuestros mayores por los componentes del equipo “Trabajos perdidos en Guadalcanal”,
del Grupo de recuperación patrimonial de
Guadalcanal.
Grupo recuperación de patrimonio de Guadalcanal
Diciembre 2018
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