Francisco "El
Cano", el corredor extremeño enamorado de Guadalcanal
Hay quien quiere ver en Guadalcanal una frontera. El
guadalcanalense prefiere convertir esa supuesta frontera, que no es tal, en un
nexo de unión. Lejos de los límites burocráticos que muy a menudo invierten la
suma en una división, quienes tienen el privilegio de vivir en esta localidad
no aprecian la diferencia y consiguen hacer de puente para que entre andaluces y
extremeños no haya diferencia, para que unos y otros se sientan iguales. Y lo
curioso es que lo consiguen.
Guadalcanal es punto de unión entre dos comunidades
autónomas cuyas líneas divisorias se difuminan entre nuestras sierras. Muchos de
nuestros vecinos formaron familia en localidades como Fuente del Arco,
Malcocinado, Llerena o Ahillones, por poner un ejemplo. A su vez también
personas naturales de dichos pueblos se asentaron en nuestra localidad.
Son más las cosas que nos unen que las que nos
diferencian. Entre estas últimas nuestro seseo empedernido que nadie nos podrá
quitar y que no supone barrera alguna con respecto a la diferenciación que nuestros
vecinos hacen de las eses y las ces.
Para plasmar todo aquello que nos une, y como ya
informamos en números anteriores, el Grupo por la Recuperación del Patrimonio,
en su II jornada agro-ganadera va a reforzar esos lazos de unión entre
Andalucía y Extremadura, mediante un una persona muy adelantada a su tiempo.
A lo largo de su vida, cuentan, hizo muchas cosas:
cogió aceituna, taló, hizo carbón, cisco... aunque su verdadera intención era
poder trabajar por cuenta propia. Y lo logró.
Según sus hijas era una persona muy arrojada, que no
le temía a nada y que no veía el peligro en ninguna parte. Gracias, en parte, a
ello, nunca cayó.
Tal fue su arrojo que llegó a tomar en arrendamiento
una finca de doscientas fanegas. La gente le tildó de loco y auguró que no
podría pagarla, pero él siempre confió en sí mismo, y su mujer, a su vez, también
confió en él. Tal es así que hoy día, gracias a aquello uno de sus hijos tiene
una explotación ganadera de verdadera importancia.
La vida de Francisco, sin embargo, no transcurrió
únicamente en aquellas tierras sino que fue una persona muy activa que siempre andaba
moviéndose de un lado a otro. Al principio con una bestia y un serón.
Se desplazaba a los distintos pueblos para comprar y
vender. Su principal comercio era el del carbón, aunque también adquiría y venía
otro tipo de productos. De aquellas idas y venidas nació el vínculo con
Guadalcanal. Este era encuentro en el que van a participar personas tanto de la
Sierra Morena de Sevilla como de la Campiña Sur de Badajoz, ya que son muchos
los que sintieron predilección por ambas tierras.
Uno de ellos, del que nos ocupamos en estas líneas,
tenía por nombre Francisco, aunque todos lo conocían como El cano. Una persona que
nació y se crió en Los Baldíos pero que creo grandes lazos con nuestra comarca
y muy especialmente con Guadalcanal.
Muy pronto quedó Francisco sin su madre, por lo que
de su educación quedó al frente su hermana mayor, ya que su podrá nunca más volvió
a casarse. No aprendió a leer ni a escribir, aunque tampoco le hizo falta para
desarrollar una inteligencia gracias al cual se fue abriendo camino a través de
la vida. Todos sus logros nos son narrados por sus hijas, Toñi y Bárbara, quienes
vieron en su padre uno de sus destinos preferidos y aquí haría grandes
amistades que perdurarían hasta su fallecimiento en 2006.
Como señalábamos anteriormente Francisco era un ser
inquieto que no veía límites. Su arrojo le llevó a comprar un televisor que en aquella
época le costó tanto como hubiera costado una casa en Fuente del Arco. Aquel
objeto era único en la zona, obviamente, y sirvió para que muchos vecinos
acudieran a su casa a ver programas como Eurovisión o corridas de toros.
Animado por sus vecinos, Francisco llegó a montar incluso una tasca.
Aunque no fuera su oficio, El cano también hizo de
"practicante".
Aleccionado por el médico del pueblo, y siempre con
su autorización, aprendió a poner inyecciones y permitió de esta manera que
muchos vecinos de Los baldíos no se desplazaran al pueblo para ello.
Cuando tuvo que dejar el oficio en el campo se
dedicó a ser corredor, lo que le permitió viajar aún más a las vecinas
localidades y hacer más paradas en Guadalcanal.
Su afabilidad le permitió hacer más amistades aún e
incrementar su pasión por nuestro pueblo. Cuando su hijo se sacó el carnet las
visitas aumentaron, aunque la vinculación con este pueblo le acompañó gran parte
de su vida.
Sus hijas estudiaban aquí, paseaban aquí. Él nunca
quiso que por el mero hecho de vivir en el campo tuvieran algún tipo de
desventajas sobre los jóvenes que vivían en los pueblos.
En los baldíos fue apodado como El Alcalde, debido a
su implicación para con sus vecinos. Una implicación que le llevó incluso a tratar
con el gobernador civil de la época. Y es que Francisco, tal y como relatan sus
hijas, nunca hacía diferencias en su trato con las personas, y de la misma
manera que hablaba con gente adinerada lo hacía con otros que tenían miedo.
Lo mismo entablaba amistad con jóvenes que con
mayores. Eso sí, él nunca se sintió así, mayor.
Los últimos días de su vida los pasó, no podía ser
de otra manera en Guadalcanal. Siguió haciendo amistades y siguió dejando su
huella en todo aquel con el que se cruzó.
Hoy sus hijas agradecen la iniciativa que el Grupo
por la Recuperación del Patrimonio de llevar a cabo esa unión entre el pueblo
extremeño y andaluz. Una unión que ya en su día escenificó su padre, Francisco,
El Cano, el Alcalde de Los Baldíos enamorado de Guadalcanal.
Redacción
GuadalcanalInformación
18 de marzo de 2019 ACTUALIDAD
Grupo recuperación de patrimonio de Guadalcanal
Marzo 2019