El
Alfarero.-
Alfarería
es el arte de elaborar objetos de barro o arcilla, es el oficio que ha
permitido al hombre crear toda clase de enseres y artículos domésticos a lo
largo de la historia.
“Alfarería
es sinónimo de cerámica”
A
principios del Siglo XX, la alfarería estaba en pleno auge en Extremadura, y
más concretamente en Tierra de Barros. En Guadalcanal no existía ninguna
alfarería, pero sí hornos dónde ya se hacían ladrillos para buena parte del
territorio, por ello hizo instruir a un buen profesional y artesano del barro
que sería un lugar propicio para trasladar su oficio y buen hacer como alfarero
a nuestro pueblo.
Éste
señor fue Segundo Muñoz Guillén, de Salvatierra de los Barros(Badajoz), nacido
el 7 de Noviembre de 1900, llegando a nuestra localidad el 19 de Abril de
1919(Miércoles Santo para más señas). Hicieron buena amistad, y le ofrecieron
su ayuda los hermanos Manuel y Antonio Llanos, estudiando la posibilidad de
sacar arcilla de calidad para trabajarla artesanalmente.
Segundo se trasladó junto a sus padres Juan Muñoz
Sánchez y Águeda Guillén Caro, quienes le ayudaron y enseñaron el ARTE DE LA
ALFARERÍA.
Juan,
junto a su hijo Segundo, se encargaban de sacar en los campos cercanos a San
Benito, La Legua y algún lugar más, la arcilla abundante del terreno con
grandes esfuerzos, desde muy hondo de la tierra y trasladarlas al pueblo en los
serones de los bestias. Llenando dicha arcilla en grandes pilas, moviéndolas
con agua y así sucesivamente hasta que el pilón estaba totalmente lleno de
barro. El agua sobrante que quedaba en la parte de arriba, iba saliendo, se
quedaba ahí varios días hasta que estaba para poder usarla; entonces procedían
a sacarla aparte, la que necesitarían en días sucesivos, que la tiraban contra
una pared adecuada para ello y así escurriese más aún la humedad para poder ser
moldeable. Después, era cuando se procedía a hacer bolas de barro, y llevarlas
al torno para darle artesanalmente con sus manos la forma deseada a toda clase
de vasijas, utensilios o enseres.
Los
tiestos eran vendidos en las poblaciones cercanas como Cazalla de la Sierra,
Alanís, El Pedroso ó Fuente del Arco. Se acarreaban en bestias, bien envueltos
en pasto, y con una red por encima de la angarillas, después en un carro se
servían a la Estación y lo facturaban.
Águeda,
y la que fue su nuera en 1930, Rosa Morente Ugía, natural de Guadalcanal, eran
las encargadas de bruñir los búcaros, tinajas, alcancías, etc. Éstos envases
eran adornados con una piedra del río mojada con la saliva, para dar formas y
brillos; después de terminar estos trabajos se depositaban, bien protegidos
tanto de la lluvia como del calor, a esperar unos día de su secado, y cuando tenían
preparadas más de 3000 piezas, encendían con leña un gran horno de un tamaño
aproximado de una habitación, colocándolas como piezas de puzles para
aprovechar al máximo el espacio disponible. Cuidaban la temperatura del horno
durante 20-24 horas para que estuviese a punto, y la cocción de los tiestos
fuese la óptima.
La
ubicación de la alfarería estaba en la anterior calle General Franco nº9,
antigua calle Sánchez y hoy Juan Carlos I.
Fruto
de éste matrimonio nacieron su hija Rosa y Pepito (José Muñoz Morente), el 16
de Octubre de 1936, que con tan sólo 9 años, ya tenía su propio y pequeño torno
para aprender el oficio.
La
alfarería era un trabajo duro y constante, necesitaba de más manos, y para ello
trajo a su paisano de Salvatierra, José Pérez Cinta, quién se quedó a cargo de
la Alfarería durante tres años, pues los Muñoz marcharon a Lora del Río, ya que
la inquietud de Segundo le hacían avanzar, llegando a ser encargado de fábrica
del aserradero de maderas, dónde también su buen hacer se señaló.
Por
causas familiares tuvo que volver a Guadalcanal y a su regreso, José Pérez no
quiso continuar trabajando con Segundo, y se instaló por su propia cuenta en la
calle Sevilla, donde montó durante años su propia alfarería; compró un terreno
por los Alamillos para sacar su propia arcilla. Éste episodio dio lugar a que
Segundo Muñoz buscase de nuevo ayuda, ésta vez sería desde Fregenal de la
Sierra, Ángel Potente. Y ya con su hijo José Manuel Muñoz Morente “Pepito el
Alfarero”, fueron los años en que este oficio artesano se llevó a cabo en
nuestra población, terminando en la década de los sesenta.
Domingo,
el hijo de José Pérez, nos contará sus vivencias de ésta época, ya que hoy en
día sigue en contacto con el pueblo y sus paisanos.
Domingo es hijo de alfareros, hoy he
tenido una conversación en su casa hablando de otros tiempos.
Su padre como hemos mencionado antes,
nació en Salvatierra de los Barros en 1913 y se trasladó a Guadalcanal en los
años 30, naciendo Domingo en 1943.
Entró de aprendiz cuando contaba con
12 años que junto a su madre pues llevaban el oficio familiar de alfarero
echando muchas horas al día.
Recordando que entre tirón y tirón de
orejas de las que daba el maestro D. Juan Campos en la Escuela, a él siempre le
gustaba entrar y jugar con el barro que había en el taller alfarero.
Aprendió lo básico llegando hasta
“álgebra” y siguió con su padre como alfarero
hasta que se fue a la mili. En la calle Sevilla nº33 al final de su casa
estaba el taller con un horno al estilo moruno, no tenían horas de trabajo, su
jornada era de sol a sol desde que amanecía hasta la hora de cenar y no tenían
muchas fiestas en el año. Dice que a la madre se le daba muy bien las labores
de adornos que pudieran tener las piezas, siempre vigilando que estuviera el
horno a la misma temperatura.
Éste funcionaba con leña de olivo, y
le metía también jaguarzos y tomillo, que por lo visto le daba un toque justo
con un color muy atractivo y vistoso en el calentón final. Por lo visto los
jaces de jara venían muy bien para hacer pan y no tanto para la cerámica.
Mientras que solucionaban un pleito
con la familia Llanos, José compró un olivar de 84 estacas en la cuesta “la
legua” a Jesús Chaves el boquinete y se traía la tierra que era de arcilla en
un carro.
En un pilón lo llenaban de agua, la
que se necesitase, se echaba la tierra y se diluía, la colaba y esperaba unas
horas para que se asentase. Por una trampilla sacaba el agua y después cogían
las porciones que veían necesarios poniéndolas en un rincón del taller contra
la pared.
Habría que empellar mucho antes de
comenzar con la tarea, es decir amasar mucho y con una paleta extraer la
humedad restante.
El torno era manual y con los pies
descalzos le daba para que se moviese. Tenía mal genio el hombre, pero lo bueno
estaba en las manos que tenía, según narra Domingo.
Lo que más se hacía eran pipotes,
cántaros en diferentes tamaños, dornillos, lebrillos, jarras, jarritas,
jarrones, tiestos, orzas, tinajas, etc..
Los precios eran de la época.. el
pipote por ejemplo era a 2 pesetas, ó 2,50 ptas si era más grande, los cántaros
a 4 ptas, a 6 ptas ó 6 y 9 reales., según el tamaño y producto.
Algunos se les daba un baño de plomo
para que resultase vidriada. Hacían producción sin tener en cuenta los pedidos,
interesaba tener género como de todo un poco para vender.
Al irse a la mili, Domingo empezó a
preparar las oposiciones para Correos, las aprobó y estuvo de cartero 5 años en
el pueblo y el resto en Dos Hermanas.
El padre mantuvo su taller abierto
hasta la edad de jubilación en 1978.
Su familia siguen trabajando el barro
en sus raíces de Salvatierra, claro está con los adelantos de hoy en día. Ya el
barro lo traen preparado en palets cubierto con plásticos, el torno es eléctrico
igual que el horno.
GRUPO DE RECUPERACIÓN
PATRIMONIO DE GUADALCANAL
Noviembre 2017