miércoles, 15 de noviembre de 2017

PRESENCIA ALFARERA EN GUADALCANAL

El Alfarero.-
Alfarería es el arte de elaborar objetos de barro o arcilla, es el oficio que ha permitido al hombre crear toda clase de enseres y artículos domésticos a lo largo de la historia.

“Alfarería es sinónimo de cerámica”


A principios del Siglo XX, la alfarería estaba en pleno auge en Extremadura, y más concretamente en Tierra de Barros. En Guadalcanal no existía ninguna alfarería, pero sí hornos dónde ya se hacían ladrillos para buena parte del territorio, por ello hizo instruir a un buen profesional y artesano del barro que sería un lugar propicio para trasladar su oficio y buen hacer como alfarero a nuestro pueblo.
Éste señor fue Segundo Muñoz Guillén, de Salvatierra de los Barros(Badajoz), nacido el 7 de Noviembre de 1900, llegando a nuestra localidad el 19 de Abril de 1919(Miércoles Santo para más señas). Hicieron buena amistad, y le ofrecieron su ayuda los hermanos Manuel y Antonio Llanos, estudiando la posibilidad de sacar arcilla de calidad para trabajarla artesanalmente.
Segundo  se trasladó junto a sus padres Juan Muñoz Sánchez y Águeda Guillén Caro, quienes le ayudaron y enseñaron el ARTE DE LA ALFARERÍA.
Juan, junto a su hijo Segundo, se encargaban de sacar en los campos cercanos a San Benito, La Legua y algún lugar más, la arcilla abundante del terreno con grandes esfuerzos, desde muy hondo de la tierra y trasladarlas al pueblo en los serones de los bestias. Llenando dicha arcilla en grandes pilas, moviéndolas con agua y así sucesivamente hasta que el pilón estaba totalmente lleno de barro. El agua sobrante que quedaba en la parte de arriba, iba saliendo, se quedaba ahí varios días hasta que estaba para poder usarla; entonces procedían a sacarla aparte, la que necesitarían en días sucesivos, que la tiraban contra una pared adecuada para ello y así escurriese más aún la humedad para poder ser moldeable. Después, era cuando se procedía a hacer bolas de barro, y llevarlas al torno para darle artesanalmente con sus manos la forma deseada a toda clase de vasijas, utensilios o enseres.
Los tiestos eran vendidos en las poblaciones cercanas como Cazalla de la Sierra, Alanís, El Pedroso ó Fuente del Arco. Se acarreaban en bestias, bien envueltos en pasto, y con una red por encima de la angarillas, después en un carro se servían a la Estación y lo facturaban.
Águeda, y la que fue su nuera en 1930, Rosa Morente Ugía, natural de Guadalcanal, eran las encargadas de bruñir los búcaros, tinajas, alcancías, etc. Éstos envases eran adornados con una piedra del río mojada con la saliva, para dar formas y brillos; después de terminar estos trabajos se depositaban, bien protegidos tanto de la lluvia como del calor, a esperar unos día de su secado, y cuando tenían preparadas más de 3000 piezas, encendían con leña un gran horno de un tamaño aproximado de una habitación, colocándolas como piezas de puzles para aprovechar al máximo el espacio disponible. Cuidaban la temperatura del horno durante 20-24 horas para que estuviese a punto, y la cocción de los tiestos fuese la óptima.
La ubicación de la alfarería estaba en la anterior calle General Franco nº9, antigua calle Sánchez y hoy Juan Carlos I.
Fruto de éste matrimonio nacieron su hija Rosa y Pepito (José Muñoz Morente), el 16 de Octubre de 1936, que con tan sólo 9 años, ya tenía su propio y pequeño torno para aprender el oficio.
La alfarería era un trabajo duro y constante, necesitaba de más manos, y para ello trajo a su paisano de Salvatierra, José Pérez Cinta, quién se quedó a cargo de la Alfarería durante tres años, pues los Muñoz marcharon a Lora del Río, ya que la inquietud de Segundo le hacían avanzar, llegando a ser encargado de fábrica del aserradero de maderas, dónde también su buen hacer se señaló.
Por causas familiares tuvo que volver a Guadalcanal y a su regreso, José Pérez no quiso continuar trabajando con Segundo, y se instaló por su propia cuenta en la calle Sevilla, donde montó durante años su propia alfarería; compró un terreno por los Alamillos para sacar su propia arcilla. Éste episodio dio lugar a que Segundo Muñoz buscase de nuevo ayuda, ésta vez sería desde Fregenal de la Sierra, Ángel Potente. Y ya con su hijo José Manuel Muñoz Morente “Pepito el Alfarero”, fueron los años en que este oficio artesano se llevó a cabo en nuestra población, terminando en la década de los sesenta.
Domingo, el hijo de José Pérez, nos contará sus vivencias de ésta época, ya que hoy en día sigue en contacto con el pueblo y sus paisanos. 
Domingo es hijo de alfareros, hoy he tenido una conversación en su casa hablando de otros tiempos.
Su padre como hemos mencionado antes, nació en Salvatierra de los Barros en 1913 y se trasladó a Guadalcanal en los años 30, naciendo Domingo en 1943.
Entró de aprendiz cuando contaba con 12 años que junto a su madre pues llevaban el oficio familiar de alfarero echando muchas horas al día.
Recordando que entre tirón y tirón de orejas de las que daba el maestro D. Juan Campos en la Escuela, a él siempre le gustaba entrar y jugar con el barro que había en el taller alfarero.
Aprendió lo básico llegando hasta “álgebra” y siguió con su padre como alfarero  hasta que se fue a la mili. En la calle Sevilla nº33 al final de su casa estaba el taller con un horno al estilo moruno, no tenían horas de trabajo, su jornada era de sol a sol desde que amanecía hasta la hora de cenar y no tenían muchas fiestas en el año. Dice que a la madre se le daba muy bien las labores de adornos que pudieran tener las piezas, siempre vigilando que estuviera el horno a la misma temperatura.
Éste funcionaba con leña de olivo, y le metía también jaguarzos y tomillo, que por lo visto le daba un toque justo con un color muy atractivo y vistoso en el calentón final. Por lo visto los jaces de jara venían muy bien para hacer pan y no tanto para la cerámica.
Mientras que solucionaban un pleito con la familia Llanos, José compró un olivar de 84 estacas en la cuesta “la legua” a Jesús Chaves el boquinete y se traía la tierra que era de arcilla en un carro.
En un pilón lo llenaban de agua, la que se necesitase, se echaba la tierra y se diluía, la colaba y esperaba unas horas para que se asentase. Por una trampilla sacaba el agua y después cogían las porciones que veían necesarios poniéndolas en un rincón del taller contra la pared.
Habría que empellar mucho antes de comenzar con la tarea, es decir amasar mucho y con una paleta extraer la humedad restante.
El torno era manual y con los pies descalzos le daba para que se moviese. Tenía mal genio el hombre, pero lo bueno estaba en las manos que tenía, según narra Domingo.
Lo que más se hacía eran pipotes, cántaros en diferentes tamaños, dornillos, lebrillos, jarras, jarritas, jarrones, tiestos, orzas, tinajas, etc..
 Los precios eran de la época.. el pipote por ejemplo era a 2 pesetas, ó 2,50 ptas si era más grande, los cántaros a 4 ptas, a 6 ptas ó 6 y 9 reales., según el tamaño y producto.
Algunos se les daba un baño de plomo para que resultase vidriada. Hacían producción sin tener en cuenta los pedidos, interesaba tener género como de todo un poco para vender.
Al irse a la mili, Domingo empezó a preparar las oposiciones para Correos, las aprobó y estuvo de cartero 5 años en el pueblo y el resto en Dos Hermanas.
El padre mantuvo su taller abierto hasta la edad de jubilación en 1978.
Su familia siguen trabajando el barro en sus raíces de Salvatierra, claro está con los adelantos de hoy en día. Ya el barro lo traen preparado en palets cubierto con plásticos, el torno es eléctrico igual que el horno.


GRUPO  DE  RECUPERACIÓN  PATRIMONIO DE   GUADALCANAL                                     
Noviembre 2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario