(Su verdadero
nombre es el de San José de la Penitencia)
Este convento
está fundado por otro indiano de Guadalcanal como son todos los que están
amparados por algunos emigrantes de fortuna al nuevo mundo ya que a pesar de
las penumbras, calamidades, e incluso enfermedades, podían con todo solo por el
hecho de obtener notoriedad, poder y dinero, llevando en lo más hondo de sus
pensamientos su pueblo natal, aquel que un día les vio nacer y jugar por sus
calles como cualquier otro niño de sus edades, ¿pero volverían a ver su villa natal?, muchos nos preguntamos cómo
sería nuestro pueblo en aquella época, ya que tenemos datos reales de cómo se
configuraban las calles y todo lo que conlleva nuestro pueblo, por aquella
época no existían las fotografías y con solo algunos dibujos y grabados
intentamos recrearlo en nuestras mentes.
Este
indiano una vez llegada la edad adulta para poder marchar y emprender la
aventura hacía el nuevo mundo, dejó Guadalcanal y cruzó el Océano, ese mar
inmenso que desde épocas remotas le temían todas las expediciones, nuestros
ancestros pensaban que el final era donde llegaba la vista y allí terminaba el
mundo, muchas fueron las teorías desde los filósofos griegos hasta Copérnico y
posteriormente Galileo, por fin se pudo demostrar que la tierra era redonda y
por mucho que se navegara siempre continuarían sin caer al vació, muchos de
nuestros paisanos pudieron emigrar gracias al gran aventurero Cristóbal Colon y
posteriores expediciones que desafió al miedo a pesar de que ya tenía
experiencia marinas y consiguió descubrir lo que buscaba, no los tesoros sino
otras nuevas tierras con especias culinarias.
Ya
descubiertas las tierras de la fortuna y del oro comenzaron nuestros paisanos a
enrolarse en la nueva aventura, entre ellos se encontraba Don Jerónimo González
de Alanís, al que dedicamos esta historia, a pesar de que un número muy
numeroso de nuestros paisanos emigraron, aun cuando fue un número
indeterminado, se calculan más de estos
500 Guadalcanalenses de distintos oficios, la mayoría eran del gremio de
los comerciantes, ya que tenían conocimientos de estas artes, eran empleados
por la Casa de Contratación y embarcaban en el puerto de Sevilla, la mayoría
por lógica eran solteros y algunos de ellos al morir dejaban sus testamentos a
sobrinos, hermanos o familiares directos como en otra ocasión nos ocuparemos de
algunos más de ellos y embarcaban en esas carabelas que vemos hoy en día en el
puerto de Huelva y que nos sorprenden por su tamaño. Valor tenían para
emprender esta aventura a pesar de que les podía más el hecho de amasar
fortuna, otro gremio fletado era el de los sacerdotes, monjes o clérigos, su
misión era cristianizar a los pueblos indígenas con la palabra de Dios,
aprovechaban estas circunstancias y que estaban en un lugar de tantas riquezas
y también mandaron sus bienes para hacer capellanías. Uno de ellos Don Melchor Suárez en su nombre mando
hacer la reja que estaba en la iglesia de San Sebastián que podemos ver ahora
nuestra la iglesia de Santa María de la Asunción, igualmente contribuyeron en
las ampliaciones y obras de las iglesias de la localidad, así como en
orfebrería, capillas, y pósitos para pobres.
Jerónimo nuestro
protagonista decidió invertir parte de su riqueza en el convento mencionado al
principio del texto, esta efemérides allá por el año de 1538 y de ahí hizo la
fortuna de su testamento. Otorgó la
cantidad de dinero de 30,000 pesos de plata para dicha obra, y fue fundado
en el año de 1584 al poco tiempo murió, concretamente el 19 de Abril y otorgó
testamento en la Ciudad de la Plata en el Perú, ya fallecido se abrió dicho
testamento con la cláusula de que todos los días del año el convento le tenía
que hacer una misa perpetua por su eterno descanso, desde el día que
falleciese. Testa igualmente una capellanía y un pósito para pobres.
Llegó
esta cantidad de plata a las manos de su hermana del testador Dña. Catalina
para que fuese patrona y fundadora del convento, tomó el censo por su Majestad por comisión suya e hizo la escritura
Agustín de Binado el día del glorioso San José el 19 de Marzo de 1589.
Se
hicieron después las escrituras de fundación con las condiciones que él
propuso, como una capellanía: con 400
pesos de principal, y las misas en
dicho convento por un clérigo que fuese cercano a su parentesco, y si no fuese
de ese modo un secular, el sacerdote a quien nombrase el guardián del convento
de la Piedad le dejó una dote para manutención de los frailes de este convento
como fue conocido por nosotros, (el convento de San Francisco, lugar donde se
ubica actualmente el cementerio de Guadalcanal), siendo examinado de
ciencias y de loables costumbres, y que
se dé al patrono 100 pesos a modo de salario por cada año con obligación de dar
de ellos 300 reales al convento de San Francisco de esta villa para ornamentos
y atender a las necesidades de los religiosos. Pasaron las escrituras ante
Fernando de Arana escribano público de Guadalcanal el 4 de Noviembre año de
1589.
A
pesar de todo tardó la venía para que dicho convento tuviese su licencia y poder
comenzar sus obras, llegó el consentimiento de dicha obra el día 4 de Marzo del
año 1591, se notificó al cabildo de la villa, a los párrocos de las tres
iglesias y al entonces provincial de los Ángeles,
fray Diego de Espinosa, el que con Doña Catalina González de Alanís la
hermana del fundador y primera patrona del convento, y del guardián del
convento de San Francisco de la villa de Guadalcanal acompañado de otros
religiosos y mucha gente principal de la población fueron a tomar posición del
nuevo convento.
El provincial,
que lo hacía en nombre de toda la provincia de los Ángeles llevaba en sus manos
una cruz de madera y tocando una campanilla hasta que llegaron a las casas de Don Cristóbal Muñoz, y de Hernando
Rodríguez, que se habían ya comprado: cavaron en una parte y pusieron la
cruz señalando en el sitio y tomando la posesión con el título del glorioso
patriarca San José. Pidieron testimonio de todo, que fue dado por Juan González
Hidalgo, alcalde ordinario.
Llegadas a Guadalcanal.-
El
licenciado Fernando Sánchez Duran con la venia del provisor de Llerena aprobó
la fundación, llevó el Santísimo Sacramento del altar en solemne procesión y lo
colocó en el lugar que estaba indicado y preparado para tal ocasión, entraron las seis fundadoras en la cláusula
el 28 de Abril del año 1593, para dar comienzo al convento de Santa Clara.
Esta leyenda está sacada de los historiadores del pueblo, ya otras veces
mencionados en otros escritos y de lo que contaban las personas mayores de
nuestro pueblo, al igual que por medio de una familia de la población con
poderes en la corte consiguió que ese convento dejase de predicar y dedicarse
al culto, todo por el hecho de adueñarse del local para poder montar una
fábrica de harina, ese fue el final de dicho convento llamado de Santa Clara.
Para posteriormente montar una fábrica de gaseosa cuando se quemó la fábrica anterior que estaba montada en los cimientos de dicho convento, y producía hielo, este producto se vendía por barras para los bares y tiendas de la localidad, hasta que llegó el fatídico día que se quemó dicha fábrica, los que paliaron el incendio fueron los bomberos de la época que procedían de Sevilla y vinieron de dicha capital con sus camiones antiguos y los pocos medios que tenían en esas fechas, lo primero que hicieron fue criticar el lugar y donde podían enganchar las mangueras para el agua, continuaban con las criticas ya que pensaban que donde les iba el agua la terminarían con los grifos a presión llena lo cual le respondieron los lugareños “que pensáis vosotros echar agua que no la termináis, como así ocurrió ya que al quitar las mangueras el caudal comenzó de nuevo con la misma presión del principio y les preguntaron “¿qué pensáis ahora del agua?” el incendio ya estaba sofocado y extinguido la respuesta fue: “lo vemos y no lo creemos”, el agua fue cogida de la fuente de la plaza la que ahora la vemos seca por falta de lluvia, y como el pozo principal que le suministraba el agua es el del coso la tiene seca, en esas fechas no tenía tanto tiradero de dicho venero.
Pero anteriormente fue la destrucción del convento ya que fue de mal en mal, ese sitio fue de desgracia en desgracia, pero nos quedó la fábrica de gaseosa con nuestra propia firma como era la “gaseosa La Paisana”, con la botella de cristal trasparente y su tapón de presión y la goma en dicho tapón de color naranja y el dibujo que la decoraba era con una bailarina vestida de gitana.
Otro uso que se
recuerda hasta hace pocos años era el molino de pienso en el que se molía el
grano para los animales, o también para refugio o cuadras de los animales como
eran los burros de algunas personas, y para echar los despojos de carnes para
perros, gatos y roedores, ya que estaba en total abandono. Pero a pesar de los
siglos siguen luchando sus paredes por sobrevivir al paso
del tiempo como diciéndonos sigo con la lucha ya que no quiero desaparecer, y la prueba la tenemos con su claustro y su fuente central a pesar de las penurias, gran templo seria en sus fechas según la demarcación que coge, pero no solo queda el claustro también queda su pavimento de piedra y la cañería por donde caía el agua que alimentaba la fuente central, nos detenemos a imaginar cuando esas monjas contemplasen el chorro de agua que cayese en dicha fuente y el susurro de la caída del liquido elemento con su puesta de sol, que sitio más ideal para la oración y dedicación a Dios, otras pensarían en hacer el bien a algunas personas, o en leer la biblia ya que era inseparable para ellas, en otra ocasión se mencionaran las obras que hacían por el prójimo, este convento tuvo una bula papal para que le quitasen la obligación de decir misa perpetua por el alma del fundador, ya que los dineros dotados en la herencia de dicha persona se terminaron D. Jerónimo Don Jerónimo González de Alanís fundador y mentor de este convento.
del tiempo como diciéndonos sigo con la lucha ya que no quiero desaparecer, y la prueba la tenemos con su claustro y su fuente central a pesar de las penurias, gran templo seria en sus fechas según la demarcación que coge, pero no solo queda el claustro también queda su pavimento de piedra y la cañería por donde caía el agua que alimentaba la fuente central, nos detenemos a imaginar cuando esas monjas contemplasen el chorro de agua que cayese en dicha fuente y el susurro de la caída del liquido elemento con su puesta de sol, que sitio más ideal para la oración y dedicación a Dios, otras pensarían en hacer el bien a algunas personas, o en leer la biblia ya que era inseparable para ellas, en otra ocasión se mencionaran las obras que hacían por el prójimo, este convento tuvo una bula papal para que le quitasen la obligación de decir misa perpetua por el alma del fundador, ya que los dineros dotados en la herencia de dicha persona se terminaron D. Jerónimo Don Jerónimo González de Alanís fundador y mentor de este convento.
Pero
en realidad ¿cómo sería el templo? ¿Y sus monjas? Continuaremos.......